13 de febrero de 2011

Informe de misión. Parte 3.

Tras salir de Valle hondo, nuestro camino continuo hacia el este por un camino principal, bastante transitado, por mercaderes y viajeros.

Pocos días después de haber salido de la ciudad, ya la gente había disminuido y los viajeros que nos encontrábamos venían en grupos grandes, además parecían venir de lugares más lejanos.

El clima no nos acompañaba tampoco, y en ciertos momentos parecía que nos encontráramos en medio de la tormenta del fin del mundo. La lluvia caía tan fuerte que nuestras pobres monturas se quejaba de dolor, pero a la vez el calor era tan asfixiante que soportar nuestras armaduras se convertía en algo casi imposible.

Pero gracias a la magia del Padre Leonard, conseguimos continuar nuestro camino.

Una noche, un grupo de arqueros nos atacaron, disparándonos flechas con un somnífero muy potente, Darastrix consiguió hacer huir a un par de ellos y entre el Padre Leonard, Natasha, Sebnem y yo mismo, conseguimos capturar a uno de los arqueros del otro grupo.

Se trataba de una mujer, Estela, que según nos contó una vez la interrogamos solo querían nuestra comida, ya que llevaban vagando por el desierto que rodeaba el camino bastante tiempo y estaban hambrientos.

Nos explicó que no podía volver con sus compañeros porque la considerarían una traidora y la matarían. Así que a petición del Padre Leonard y con la aprobación de varios compañeros más del grupo, la permitimos que marchara y continuara su camino.

Nosotros continuamos el nuestro, y llegamos hasta las puertas del muro, un gran muro que bordea cierta parte del desierto, construido hace siglos para protección de los ejércitos en antiguas batallas. A través de sus pasillos viajaban ejércitos enteros a la batalla al otro lado.

Y al encontrarnos frente a esas grandes puertas apreciamos lo insignificantes que éramos en ese momento. En la puerta adornada con grabados y con unos símbolos que a duras penas podíamos reconocer, encontramos una cerradura con esos mismos símbolos.

Mientras Durak, Darastrix y yo, comprobábamos los alrededores, el Padre Leonard y el resto del grupo, comprobaron la cerradura, y gracias a los conocimientos del Padre, consiguieron abrir las grandes puertas, y entramos en el muro.

Cada paso que nos acercaba al otro lado del muro y a su vez a Campo Hueco, a mis compañeros se les veía más motivados, más activos, quizá incluso ansiosos.

Quedo claro que nuestra misión principal, de llevar ese mensaje al General, solo era una tapadera, cada metro avanzado tras dejar el mensaje se hacía con más ganas que el anterior.

Los motivos de cada uno aun eran un secreto para los demás, pero el brillo en los ojos del Padre Leonard, la mirada traviesa en los ojos de Natasha, el gesto de esperanza en Darastrix, reflejaban las ganas que todos teníamos de llegar a Campo Hueco y a su vez a esas ruinas que aún no sabíamos realmente lo que nos aguardaban.

Tras caminar un par de días dentro del laberinto de túneles que conformaba el muro, en una de los descansos que realizamos, Estela nos alcanzó, y se ofreció a acompañarnos, ya que según nos explicó una de las tribus del desierto vivía dentro del muro, y si nos capturaban, teníamos más posibilidades de salir con vida con ella que sin ella.

Así que accedimos, aunque pedí al bárbaro que la vigilara atentamente, ya que no sabíamos cuanta verdad había en sus informaciones.

Poco tiempo después nos dimos descubrimos de la peor forma que sus indicaciones eran correctas, al caer en una trampa Darastrix, Estela y yo mismo, junto con nuestras monturas y caer varios metros.

La peor parte se la llevaron nuestras monturas, ya que sus patas no resistieron la caída y se rompieron. Mientras intentábamos calmarlas y curarlas lo posible, oímos que por un hueco en el pozo se acercaban unos hombres armados, y con antorchas, habíamos caído en su trampa.

Todos fuimos apresados y llevados a su campamento, donde nos encadenaron en celdas individuales.

Estela y Lizst se entrevistaron con el líder del campamento, y consiguieron negociar nuestra libertad a cambio de nuestras provisiones, un buen cambio a pesar de quedarnos sin comida para el viaje.

Así que poco después nos liberaron y nos indicaron el camino de salida de su campamento.

Continuamos nuestro camino por dentro del laberinto de túneles, ahora intentando evitar a las patrullas, y las trampas que estaban localizadas por todos los túneles. Pero no tuvimos mucha suerte con las trampas, ya que caímos en una, donde un muro nos bloqueó el paso y casi nos aplasta. En esta trampa perdimos el carro que habíamos comprado para transportar la comida, y a los dos caballos heridos que iban en él, a los cuales decidimos sacrificar antes de permitir que murieran aplastados.

Nosotros conseguimos librar la trampa, gracias a que nos pusimos a buscar una puerta transversal, y la encontramos, la cual daba aun estrecho pasillo, por el que conseguimos escapar.

Al salir de dicho pasillo, nos encontramos en medio de un campo de cepos, los cuales si los pisábamos, nos arrancarían una pierna fácilmente, al Padre Leonard, se le ocurrió, utilizar una palo largo que hacía las veces de señal, atándola con nuestros escudos y utilizarla de “pala” que fuera descubriendo el camino a nuestro paso. Así lo hicimos, y siguiendo sus indicaciones y sin apenas coger ningún cepo, conseguimos salir de esa trampa.

Nuestro camino siguió hasta un pasillo en el que tardamos en darnos cuenta que estábamos dando vueltas alrededor de un muro central, un pasillo con cuatro salidas, al que habíamos llegado por una de ellas y que esperábamos que otra de ellas nos condujera a la salida.

Pero decidimos descansar, y ese momento fue cuando un Draco aprovecho para atacarnos.

La pronta respuesta de Darastrix, y la premura con la que todos reaccionamos, nos permitió enfrentarnos al Draco con posibilidades y le conseguimos derrotar, pero algo extraño sucedió, al morir, el Draco exploto en una nube de polvo, y desapareció, engendros de la oscuridad quizá, o una trampa mágica encubierta, eso es algo que nunca sabremos.

Tras descansar y comer algo, continuamos por el laberinto de túneles hasta llegar a la salida del muro, como una luz cegadora el sol nos mostraba un desierto que se extendía kilómetros y kilómetros por delante de nosotros.

Estela, nos indicó el camino y se despidió de nosotros, nuestros senderos se separaban y ella debía volver a encontrar su lugar.

Así con un vasto desierto delante y un interminable laberinto de túneles detrás continuamos nuestro camino hasta Campo Hueco, donde deberíamos encontrar la información suficiente como para encontrar las ruinas a las que nos dirigíamos, y las cuales nos marcarían nuestro destino para siempre…

Continuara...

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