4 de diciembre de 2010

Informe de mision. Parte 2.

Nuestro camino bordeando la frontera no fue todo lo fácil que esperábamos, la noche siguiente a cruzar la frontera nos atacó una manada de lobos hambrientos, que por poco, no se llevaron a Lizst. Y por su culpa Sebnem sufrió quemaduras en el brazo a causa de una explosión que hasta tiempo después no supimos porque había sucedido.

Con Sebnem herida de gravedad y descubriendo lo cruel que era el camino para los caminantes, llegamos hasta un poblado, donde todas sus gentes vivían atemorizadas, los distintos bandos de la guerra vecina, les acosaban y se llevaban a sus jóvenes como reclutas o como esclavos.


Al vernos se escondieron, pero conseguimos, gracias al padre Leonard, hablar con ellos, y dejar a Sebnem en manos de una anciana, que tenía conocimientos sobre hierbas y ungüentos.

El alcalde nos recibió como libertadores, nada más lejos de la realidad, pero aun después de contarle que nuestra misión no les incumbía y que no íbamos a ayudarlos, nos pidieron que nos acercáramos a ver el campamento alfa, donde tenían retenida a su gente.

Aceptamos ya que nos quedaba de camino y así daríamos tiempo a la recuperación de Sebnem. Partiríamos al día siguiente y el hijo de la anciana, del cual el padre Leonard no se fiaba demasiado, nos acompañaría como guía y como seguro de que nada le sucediera a nuestra compañera.

Y así comenzó una serie de catastróficas desdichas y calamidades que por poco nos cuesta la vida.

No había pasado ni una semana desde que partimos del pueblo, y ya habíamos tenido un encontronazo con las tropas rebeldes, y el clima no mejoraba la situación. Nuestro guía al ver que llegar al Campamento alfa era una misión casi imposible, por el clima, el terreno y porque nuestro grupo no iba a arriesgar sus vidas por conseguirlo, se fugó con un caballo y nuestras provisiones. Que poco tiempo después encontramos con una nota, en la que nos pedía disculpas.

Tras decidir que daríamos la vuelta a buscar a Sebnem y continuar nuestra misión, sucedió la mayor de todas las catástrofes, encontramos una piedra escondida en nuestras alforjas, al examinarla comprobamos que tenía un poder desmesurado, el padre Leonard, perdió el conocimiento mientras la examinaba, mientras se reponía, Natasha intento descubrir algo en ella, provocando un tornado, que nos absorbió a todos para lanzarnos poco después, gracias a Idohia, a todos sanos.

Aquel tornado formo un cráter gigantesco en el suelo donde antes habíamos estado nosotros. Que además poco a poco se fue llenando de agua, porque corto el rio que estábamos utilizando de guía. El lago Natasha, será recordado por nosotros durante mucho tiempo.

En ese tornado la piedra desapareció, y aunque la buscamos, no la localizamos en nuestros alrededores, quizá la magia que llevaba en su interior la llevo de vuelta a su lugar de origen, o quizá Idohia la recogiera para protegernos de ella.

Desandamos el camino, porque debíamos recoger a Sebnem, pero fue ella quien nos encontró cabalgando su búsqueda. Y nos contó que la habían echado del pueblo de improviso y aun algo convaleciente, al parecer porque corría peligro.

Una vez unido de nuevo el grupo, continuamos nuestro viaje, bordeando la frontera, hasta llegar a Valle hondo, pero una tremenda tormenta eléctrica, nos impedía continuar al menos en línea recta que era el camino más rápido, así que nos tocó rodearla, y hay perdimos bastante tiempo.

Una vez llegamos a Valle hondo pedimos hablar con el líder del ejército, y tras una breve entrevista con él, quedamos en enviar una misiva al General Artinton, a Fuerte Dragón, y de paso enviar un mensaje a nuestro reino, con una copia del mensaje y un pequeño informe del estado de la misión.

Con eso, nuestra misión principal, quedaba realizada, así reuní a todos y les conté la segunda parte de la misión. Debíamos ir a Campo hueco, un poblado dentro del desierto a varias jornadas de viaje desde Valle hondo, y desde ahí continuar hasta encontrar unas ruinas con un escudo en particular, que ya les mostraría al estar allí.

Estaba y aún estoy convencido que para todos nosotros llegar a ese lugar era un paso importante, en nuestras “misiones” ya fueran encomendadas o propias, y así se lo hice saber, no les pedí más explicaciones pero les advertí que no habría vuelta atrás, y que quien continuara con nosotros sería bienvenido, pero que debería hacerlo por propia voluntad.

Poco a poco todos fueron respondiendo, y uniéndose a mí en esta segunda parte de la misión. Todos bastante reticentes a decir sus motivos, pero sé de sobra que el destino nos ha unido no solo por una misión de abrir tratados comerciales, sino por algo mucho más grande, y después de ver el poder de esa piedra, todo está mucho más claro.

No necesito más que su palabra de que permaneceremos juntos en esto…

Así comenzamos este nuevo camino, aun con más dudas en el horizonte, porque esta vez, no sabíamos que nos deparaba el destino…